La voz del mar, de Hildegart Acosta

Hildegart Acosta (1943) es una poeta de disciplina insoslayable, que se traza retos exigentes en la escritura. Consciente de la medida de las palabras, de las sutilezas del ritmo y la melodía, ejercita su conocimiento del lenguaje construyendo poemas que apelan a lo visual, siguiendo las pautas de Mallarmé, donde el juego se materializa a través de la respiración y las cadencias del texto. Quizás esto se deba en parte a sus incursiones en la arquitectura, cuando fue estudiante universitaria, y en el canto lírico tiempo después. Como cultora del haikú (inéditos por los momentos), el minimalismo permea en casi toda su obra conocida. La estructura gramatical y visual ha sido decantada, adquiriendo una cualidad cristalina. Por ello, la poeta se deleita en imponerse parámetros estrictos para la composición y así, en el 2014, con Sobre olas, nos entrega un poemario escrito con palabras de dos sílabas. Y en este, La voz del mar, palabras monosílabas son el cuerpo de sus diecinueve poemas.

En el caso de Acosta, esa cualidad transparente y mínima de sus poemas invita a la reflexión sobre el fluir de la vida con todos sus matices, a la meditación sobre la circunstancia del ser, pero siempre dentro del espíritu lúdico y amoroso que la caracteriza. La voz del mar es la voz de Hildegart Acosta.

KIRA KARIAKIN


Una vida incontaminada, de Graciela Yáñez Vicentini

Escrito siguiendo las convenciones de un diario, pero uno contaminado de literatura, de la necesidad narrativa de saltarse fechas o saltar entre ellas para dosificar hasta la última línea la información que llega al lector, Una vida incontaminada de Graciela Yáñez Vicentini esconde, bajo su piel de relato intimista en voz baja y queda, la desgarradora comprensión de que ideas como la igualdad o el respeto al otro pertenecen al territorio de la utopía. "No importa cómo actúes, lo que hagas siempre puede malinterpretarse y tu vida puede deformarse en apenas un instante", declara esa entidad protagonista que se mimetiza con la autora e, incluso, con quien lee y se reconoce en el caudaloso río de sus reflexiones. El individuo se mira a sí mismo frente a la sociedad, frente al otro, y suele olvidar que él también es el otro, que él también ha sucumbido. Quizás haya que recorrer el infortunio para comprender que la única igualdad posible es la que proporciona la muerte. Es esto lo que nos advierte este texto —pleno de referencias de una cultura que asiste desconcertada a un momento histórico inquietante— en el que Philip Roth y Clarice Lispector aparecen como santos tutelares de ese universo de comprensión.

Jorge Gómez Jiménez


Infamia, de José Zelaya

Permítanme comenzar celebrando la aparición de Infamia, quinto libro de microficción de José Zelaya tras El misterio de la caja (2021), Mis monstruos y otros seres desconocidos (2021), Voraces (2022) e Intromisiones salvajes (2022). El autor, al que antologué como representante de la minificción hondureña en la antología brasileña Universos breves (2022), recupera en 29 títulos signados por la intensidad el motivo central de su poética: el miedo manifiesto en las múltiples apariencias de lo real, los sueños y las pesadillas. No en vano estudió Psicología, demostrando en estas páginas su profundo conocimiento de los temores que acechan al ser humano y que, en su omnipresencia, descubren los entresijos más secretos de la psique.

Francisca Noguerol


Los que no encajan, de Lorena Huitrón Vázquez

Texto exigente, experimental y acaso inédito en su brevedad y riesgo. El lector de Los que no encajan de Lorena Huitrón Vázquez necesitará aguantar la respiración para sumergirse en un lenguaje tan inusual como complejo. Nada es fácil aquí y así debe ser. La escritura de Lorena necesita un lector de largo aliento para carreras de pocos metros.

Desde el mismo título, este libro se presenta como un guiño, un llamado, una manera de señalar una singularidad. No se trata de buscar una complicidad ni proponer una confidencia, sino de establecer una correspondencia con el futuro lector de estos poemas. Los que no encajan es una antología de poemas inéditos. Aclaro, estos poemas habían circulado antes en distintas revistas, pero nunca se había reunido hasta entonces en un solo volumen como se hace ahora en esta edición. Compuesto a manera de tríptico, Los que no encajan comienza metiendo las manos en un terreno aparentemente extraño para la poesía: el mundo médico y las fototerapias. No estamos acostumbrados a la luz, parece decirnos la voz de "Solarium" apenas comenzado el libro. La segunda parte, "Teorema de Bernoulli", indaga los peces beta y las medusas. En clave experimental los poemas se van entrelazando con distintas imágenes para conformar un lenguaje aparte, lejos y cerca de la voz de la poeta. La última selección titulada "Gimnasia respiratoria automática" cierra el libro con un regreso de esa luz que antes no había cegado: "O llegamos tarde a la luminosidad o simplemente nos será distante siempre". Nostalgia de la luz, del amor, de la cercanía, la poeta escribe: "Nuestro amor ha sido como el asma, / una dificultad al respirar acompañada". Sugerente metáfora de la propia lectura de este libro, una respiración en compañía, una luz compartida, una imagen vuelta a reunir.

Marcelo Rioseco


El fuego que habita en nosotras, de Eliana Soza Martínez

Hace muchas décadas, en el siglo pasado, cuando empezaba a tomarme en serio como escritor, escribí que el cuento se originaba en diálogo con los seres que me habitaban, algunos huéspedes gentiles y otros inquilinos inoportunos, que se presentaban a la hora de contar una historia. Creo que esta explicación la puedo extrapolar para definir las narraciones de otros escritores, porque cuando leo sus textos siento que "los otros", los que siempre están con nosotros también lo leen y los escriben, y a medida que vamos leyendo ellos los van comentando, así que debo estar alerta para disfrutar de las interpretaciones que hacen de cada una de mis lecturas.

Eso me pasa, por ejemplo, cuando leo un cuento de Eliana Soza Martínez, joven escritora boliviana, que me sorprendió desde sus primeros escritos en las redes, hace ya algunos años, desde entonces la he seguido con la devoción de quien descubre algo maravilloso y puedo afirmar, sin lugar a dudas, que Soza se va reafirmando, en cada publicación, como una de las mejores narradoras bolivianas; por cierto, es una clasificación (para decirlo en términos deportivos) nada fácil, pues tenemos en la cancha a escritoras de la talla de Magela Baudoin, Giovanna Rivero y Liliana Colanzi, que han consolidado sus espacios en la literatura internacional con un trabajo de varios años en el que han ido demostrando su talento.

Homero Carvalho Oliva



Despojo, de Michela La Galla

En Despojo destaca el erotismo y la amistad como la única esperanza de justificar la destrucción, su peligro es alimento de la fantasía y la ternura, pero su vaciamiento es su desaparición, su grieta. Es un libro del tiempo, de la muerte, son versos del devenir. Las distintas capas de la destrucción del libro revelan las vísceras del lenguaje. Y estamos ante un libro que increpa con preguntas desde el reflejo de una condición humana en ruinas que se revela, o que está condenada a transformarse en el mismo instante de su descubrimiento. Cada poema de Despojo es una confrontación sincera que investiga –en la dialéctica de su destrucción– la verdad profunda de lo humano –más allá que el efecto estético–, sus fondos inconfundibles que lo llevan al límite de sí mismo, que lo arrancan de su propia naturaleza.

Daniel Arella


Verdad dice quien sombra dice, de Christiane Dimitriades


En Verdad dice quien sombra dice, que remite directamente al celebrado verso de Paul Celan, se reúnen las huellas del discurso lírico, filológico, metaficcional y aforístico; somos capaces de saborear los orígenes textuales que dan cuenta de una cultura asimilada y humana: «Estoy segura de que tu voz llegará, con más acierto, al corazón de las palabras». Christiane Dimitriades nos acerca a un efectivo «pensamiento poético», de la mano de un estricto y a la vez sutil empleo del lenguaje. Aquí detectamos el cuerpo de una escritora que percibe su estancia en la tierra (un país que se deteriora) y registra su tránsito con sagacidad. En su palabra se asocian el pensar y el sentir, dos ingredientes indivisibles y fundamentales para entender esta poesía que se deja palpar a través de todos los sentidos. En su elegante prosa poética (sin excesos ni fachadas intelectuales) la voz suena y reflexiona en una frecuencia radial que todos reconocemos.

Néstor Mendoza

Casa de memoria, de Rumilda Jiménez Villena

Abriendo y cerrando puertas, ventanas, reales o soñadas, dejando que el viento o el aletear de un pájaro entre y salga de los cuartos, la voz que susurra, en las páginas de Casa de memoria, segundo libro de poemas que nos entrega Rumilda Jiménez Villena, nos invita a entrar en los distintos espacios de una casa imaginaria. La voz atraviesa los espacios habitados por una madre ensoñada: una suerte de casa rodante que pareciera brotar, tras cada hendija abierta, a un universo de constantes nacimientos y, a la vez, reencuentros. Observa rincones, paredes, hendijas. Los nombra y los reconoce, como si todo naciera tras ese acto suyo de la nombradía.

La magia de estos versos radica en esa voluntad de invención que anima su escritura. Recordar espacios de una memoria supone vivir en una casa cuya imagen se hace y se forma en cada uno de los rincones de ese cuerpo rodante. En la figura de una madre cuyo recuerdo se torna ambulante y se erige como morada o casa luminosa sumergida y añorada, que rescata para la permanencia de una eternidad.

José Napoleón Oropeza


El deseo/Das Verlangen, de Rainer René Mueller

En 1962, una década luego de su polémica sentencia de que escribir un poema después de Auschwitz era una barbarie, Adorno rectifica: «Precisamente porque el mundo sobrevivió a su propia caída necesita del arte como una historiografía del inconsciente. Los genuinos artistas del presente son aquellos en cuyas obras el horror sigue estremeciendo al extremo».

En este sentido la poesía de Rainer René Mueller (Wurzburgo, 1949) se corresponde con dicha exigencia de Adorno, anulando el más mínimo asomo de olvido o de mutismo con respecto a la shoah. Su lenguaje se distingue por la tartamudez, el sobrio registro de los daños colaterales, el verso breve rodeado de blanco y, como en partituras antiguas, con signos de puntuación. Dicha brevedad forma parte de un mismo rigor, aquel que apenas autoriza relajamiento (en términos de Maurice Blanchot).


Esquirlas, de Jorge Iván Jaramillo Hincapié

En esta nueva colección de poemas, Jorge Iván Jaramillo Hincapié sigue una línea demarcada por las circunstancias de lo vivido: paisajes habitados por una voz poética que relata sus propias experiencias cotidianas. De esta manera vamos descubriendo el tránsito de los años no sólo como lectores, sino como posibles intérpretes. Cada anécdota se vuelve necesaria, y en muchos casos indispensable. Más allá de la expresión imaginativa, lo que define a este libro es su clara honestidad, su urgente fluidez. El poema es un testimonio concreto, fechable y pasional, en el mejor de los sentidos. La infancia es tan importante como el cuerpo deseado en la adultez. En Esquirlas la oralidad aparece como otro personaje que echa mano de refranes y de una dicción más libre: una «biografía» de quien escribe y de quien lee.

Néstor Mendoza


La belleza de las llamas, de Ricardo Jesús Mejías Hernández

Ricardo Jesús Mejías Hernández (Maracay, Venezuela, 1968). Poeta y narrador. Contador público egresado de la Universidad de Carabobo (1996). Actualmente cursa estudios en la especialidad de Lengua y Literatura en la Upel-Maracay. Ha publicado los poemarios Poemas del oficio y otros vuelos (2013), Iluminado en la sombra (2014), El vocerío de los locos (2015), Libro de percances (2017), además del libro de microrrelatos Cirque (2014). Ganador del Premio Nacional de Poesía Delia Rengifo (Caracas, 2011), del II Concurso Mundial de Ecopoesía 2012 (Tumbes, Perú) y del Premio Nacional de Literatura Ipasme en la mención de Poesía (Caracas, 2015). Además obtuvo el segundo lugar en poesía en el III Concurso por una Venezuela Literaria (2013) y una mención especial en microrrelato en el IV Concurso por una Venezuela Literaria (2014). Poemas y cuentos suyos aparecen en numerosas antologías venezolanas e internacionales y han sido publicados en el suplemento cultural "Contenido" del diario El Periodiquito (Maracay), el sitio Las Voces del Silencio, la revista digital Letralia, la revista Astrolabium de Argentina, la revista hispanoamericana de cultura Otro Lunes y en la revista digital The Ofi Press Magazine International Poetry and Literature from Mexico City (Nro. 61, edición bilingüe).

Diario de una huella, de José Manuel López D' Jesús

Si hay un principio que reina en cierto tipo de poesía y, de hecho, en este nuevo libro de López D' Jesús, es la idea de Rimbaud donde la visión nace gracias al cuestionamiento perceptivo. La visión como develamiento, pero también como la atención a un matiz, a una cara desconocida de la realidad tan infinita en detalles e inabarcable en pormenores. Ver más allá o más acá porque cada hecho u objeto percibido está renaciendo en cada instante. "Entre el temblor y la precipitación / el gris del día es una marca en mi voz". En el fondo inasible de estos poemas, de estas huellas, hay una sospecha de que el lenguaje puede ir más allá de la apariencia del mundo y quebrarla, rehacerla. Partiendo del diario como un formato más bien flexible, que invita a una escritura orgánica más que una notación terminada, asistimos al proceso de una indagación expresiva y el tanteo de compartir un rehacer del mundo.

Jairo Rojas Rojas


Colores planos, de Samuel González-Seijas

Samuel González-Seijas (Caracas, Venezuela, 1971). Hizo estudios en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y es licenciado en Pedagogía Alternativa por la Universidad Simón Rodríguez. Se ha desempeñado como corrector y editor de periódicos (Reporte de la Economía, Meridiano, Así es la Noticia); también ha acompañado proyectos y sellos editoriales como Biblioteca Ayacucho, Mondadori, Alfa, Fundación Polar y más recientemente, Los Libros de El Nacional, como coordinador editorial. Parte de su trabajo ha sido publicado en suplementos literarios ("Verbigracia", "Papel literario"). Ha publicado dos libros de poesía Espesa marea y Salmos de la penuria, en 2015 y 2018, respectivamente. En la actualidad, sus textos aparecen en el "Papel Literario" de El Nacional y en el portal de noticias rurnrun.es. Trabaja como docente de literatura en educación media.

Otro futuro o nada, de Rubén Darío Carrero

Como si fuese posible rastrear los hábitos de lectura y los hábitos de un hombre, con ese propósito me acerco a Otro futuro o nada. Su autor, Rubén Darío Carrero, en un ejercicio de reescritura que, me consta, se extiende por más de diez años, ha llevado este libro de archivo en archivo, mostrando cada tanto los avances o las versiones de un mismo impulso. Rubén ha acumulado experiencias leídas, que se confrontan con viajes forzosos a Buenos Aires o Santiago de Chile. Realmente estos y otros espacios ya eran habituales en su escritura, zonas suficientemente frecuentadas en la intimidad de la casa y del subrayado. Carrero propone en Otro futuro o nada una estética de la individualidad, es decir, la visión de un lector y poeta que cuestiona, disfruta e ironiza, como una manera de interacción con lo que él asume como realidad. Rubén habla desde el verso libre, la prosa, desde la brevedad de una línea aforística. Si algo otorga la paciencia y la duda creativa, y en Rubén resulta evidente, es la cualidad de tener claro desde dónde se escribe, desde qué lugar podría fundarse una escritura. Rubén, en este aspecto, se mueve desde la ciudad y las dimensiones de lo cotidiano: su habitación, su cuarto de estudio, la biblioteca, los bares y las plazas y alguna que otra pizzería, por citar algunos entornos («Siempre dicen lo mismo: Un hombre sin rutina no tiene destino», nos dice). Esto le ha permitido tender un espacio sensorial, que logra matizar en sus poemas. Rubén mira y oye, especialmente. Se nota un diálogo con otros poetas, mediante citas y menciones. Si detallamos los tiempos que interactúan en este libro, se verá al niño, al adolescente y al hombre que parece retornar a una ciudad cada vez más hostil, pero que termina siendo urgente y necesaria. Una poesía que, aunque exija que decidamos entre una cosa u otra, entre un futuro o nada (con esa o disyuntiva), no deja de mostrar una opción para la esperanza.

NÉSTOR MENDOZA

Plegarias. Memorias de luz y agua, de Andrés Palencia

Andrés Palencia (San Felipe, Venezuela, 1990). Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Magíster en Cultura y Sociedad en la Universidad Federal de Maranhão (UFMA) en Brasil. Cursó estudios en la maestría en Literatura Iberoamericana en la Universidad de Los Andes (Mérida). Formó parte del comité de redacción de la revista La Tuna de Oro, editada por la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. En el 2014 obtuvo el primer lugar en poesía y una mención honorífica en ensayo en el concurso anual de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la ULA. En 2017 obtuvo una mención honorífica en el Concurso Literario Internacional "David Mejía Velilla", convocado por la Universidad de la Sabana en Bogotá, Colombia.

Éxodo, de Alberto Hernández

DESPLAZADOS, LA SOBRA

Y dijeron en voz alta en la televisión, en los periódicos, grito en cuello, que los que se marchaban eran la sobra de la patria. Que ya no eran parte de ella. Que se perdieran de vista, que no regresaran. Que serán despojados de sus pocos enseres, de sus solitarias casas solas, de sus amores. De lo que dejaron en el camino. De los pasos, de las huellas marcadas en el asfalto, en el barro de los caseríos, en las puertas de los cementerios, en los portales de las iglesias, en la cicatriz de la frontera. En el idioma que saldrá de su boca. En el acento nuevo que tendrá lugar en otro cielo (...).

Falla de borde, de Luis Manuel Pimentel

Luis Manuel Pimentel (Barquisimeto, Venezuela, 1979). Poeta, narrador y editor. Licenciado en Letras (ULA, 2004). Magister en Literatura Iberoamericana (2012). Estudiante de Doctorado en Estudios Literarios por la Universidade da Coruña (España). En poesía ha publicado los libros Figuras cromañonas (2007), Esquina de la mesa hechizada (2015), poemario con el que resultó ganador de la I Bienal Nacional de Literatura Rafael Zárraga en Venezuela, Canción de cuna para Ananda (2016), Estuvieron cerca los almendrones mientras creímos haber amado (2021). Su obra aparece en 14 antologías literarias. Como narrador ha publicado las novelas Triángulos alterados (2015, 2023) La torre pájaros (2021), Una pista en el exilio (2023), y el libro de cuentos Ventanas panorámicas (2021). Es editor en jefe de la revista de cultura semiótica elsignoinvisible.com, consejero-curador en ablucionistas.com, editor de Fuego Blanco Ediciones y de la Revista Filigramma en el proyecto cultural Sabersinfin. Radica desde hace 6 años en Puebla, México.

Errancias. Muestra poética 1972-2020, de Lázaro Álvarez


Estos apuntes, rápidas pavesas que gentilmente un amigo (quien hizo la selección a su criterio) nos ha ayudado a recuperar, no son iluminaciones ni revelaciones sino apenas pequeños resplandores o breves imágenes de lo vivido. Cada signo, cada rasgo de la escritura, quieren ser solo retornos. Residuos sobrevenidos de casi 5 décadas de atención discontinua, nacen de la tensión ante el vacío y el abismo de lo que no es verbal ni comprensible. Lo que se salva en la precaria memoria, momentáneo brillo del pez que salta en la densa corriente de la vida que pasa. Aunque la procuramos, la poesía es algo que nos ocurre (mucho más que algo que hacemos), una «normalidad aguda», como decía Guillén, no sólo como un privilegio sino como algo que también nos hace bajar la cabeza. Asombros, desconciertos o incertidumbres. Retornos, errancias o derivaciones.

L.A.

Escena final, de Roberto A. Cabrera

Nada tan arduo como hacerle lugar a la pérdida. Nada tan difícil: de los oficios de la palabra, el más cruento. Pero precisamente esto hace Escena final, traza los límites de ese espacio, un escenario donde asistimos al momento en que un hijo es testigo de la muerte de su padre. Libro de duelo en ambos sentidos, pues entraña carencia y pugna en partes iguales, en él Roberto A. Cabrera nombra la pérdida con exactitud descarnada. Sus palabras tantean obsesivamente el borde de lo decible, se ejercitan con lucidez en esa frontera, para dejarnos al menos esto: un atisbo de ese abismo árido, la desaparición de lo que hemos amado.

ADALBER SALAS HERNÁNDEZ


Antología en blanco, de Rafael Victorino Muñoz

Rafael Victorino Muñoz (Valencia, Venezuela, 1972). Narrador y ensayista. Egresado de la Universidad de Carabobo, en Lengua y Literatura, y magíster en Lectura y Escritura de la misma institución, con experiencia como docente en varias universidades de su país. Ha publicado los volúmenes de relatos Pre-textos, Alba para dos ciegos y otras maniobras, Relatos, Retablos, Olímpicos e integrados, así como los conjuntos de ensayos Notas y digresiones, Compás mayor y Apuntes de sobremesa; y la novela Manual del sinverguënza. Algunos de sus trabajos narrativos aparecen en antologías nacionales (Palabras de anunciación y de otras adyacencias, Quince que cuentan, Breve manual para reconocer minicuentos) e internacionales (Voces con vida). Ha obtenido premios en diversos certámenes nacionales: Bienal Vicente Gerbasi, Bienal Salvador Garmendia, Rafael Zárraga, concurso de literatura infantil «Panchito Mandefuá». Obtuvo el primer premio en el Concurso Internacional de Novela de Monte Ávila.


Wanai, de Kellys García


Kellys García nos revela, en la brevedad de sus textos, parte de la oralidad, y de lo cotidiano, desde un yo poético participante que se configura en la unidad del ser: mente, cuerpo propio y alteridad. Nos cuenta que su comunidad profundiza en los sueños. El sueño es equivalente a la palabra de los antepasados. Desde allí se construyen las historias personales y la colectiva, como un tejido simbiótico que no necesita la luz de los fuegos porque, para los wanai, cada ser humano tiene luz interna.

AMARÚ VANEGAS


La periferia inmediata. Antología de jóvenes poetas de Jamundí


Este libro es fruto de la intimidad desbordada. A través de un certamen llamado la Liga Poética, se convocó a personas entre 18 y 25 años para que participaran en recitales poéticos donde leerían sus obras, enfrentándose a otros escritores emergentes. En cada jornada, un jurado compuesto por poetas más experimentados, literatos y editores, valoraba in situ y sin dilaciones, los versos leídos ante el público. El final de cada sesión dejaba a un poeta en el camino, mientras que otro avanzaba a una nueva fase. Siete poetas hacen parte de esta primera antología de poetas jóvenes de Jamundí. Sus versos van como salmones remontando el río, a contramano de la sentencia bíblica que dictamina la ausencia de profetas en su propia tierra. Poetas en su propia tierra, profetas de la periferia inmediata.

LEANDRO SANCLEMENTE


Su vida, de Victoria de Stefano


Victoria de Stefano nos cuenta su vida. Esa nutriente existencia que sigue viajando desde su memoria, desde su escritura, desde todas las respiraciones que acumula para trazar el dibujo de su tránsito por la tierra, por esa tierra, aún redonda pero que un día parecía un abismo mientras navegaba desde su Italia natal hacia el continente americano.

La escritura que nos reúne en Victoria de Stefano está en su biografía. En su autobiografía, relata desde lejos, desde la mirada de la niña que la acompañó en su edad inicial y que ahora, con la misma edad instalada en el alma, le permite relatar la niña que sigue siendo mientras la guerra destrozaba su paisaje y le regalaba otro destino.

Alberto Hernández

Fisuras, de Amarú Vanegas


Fisuras, de Amarú Vanegas, libro ganador del XXXV Concurso Ediciones Embalaje del Museo Rayo 2019, merece una o muchas lecturas profundas. Es una obra difícil de enfrentar, no por falta de claridad ni por un lenguaje indescifrable, sino por el dolor que nos devela. No podemos apartar la vista ni escurrirnos a lugares más placenteros. Esta mujer peregrina, nacida en Venezuela y residente en Colombia, nos toma de la mano, nos enlaza con sus palabras y nos lleva paso a paso por los caminos del destierro, del abandono, del peligro y la invisibilidad que ella misma transita. Los poemas de Amarú no viven siempre en paisajes míticos, sino que descienden a nuestras tierras laceradas por fisuras que se llaman fronteras.

ÁGUEDA PIZARRO RAYO


Ojos quebrados, de Yoyiana Ahumada Licea


Si nos dejamos llevar por el viaje de la memoria y el olvido que recorre el poemario Ojos quebrados, pasaremos a través de sucesivos fragmentos que no tienen el propósito de reconstruir una unidad. Ellos conservan esa disparidad propia del modo en que afloran los recuerdos, lo mismo que «la velada escritura de las hojas» cuando caen al azar y diseñan su particular y misteriosa caligrafía. En este primer libro de Yoyiana Ahumada Licea se rinde homenaje a los amigos poetas, algunos ya desaparecidos (Armando Rojas Guardia, Rubén Ackerman), a Ida Vitale y a otros más cercanos como Cecilia Ortiz. En algunos poemas se intuye también aquello que no se dice: «verte amarillo ángel». Cada palabra es ella misma, su propio ser dicho.

CHRISTIANE DIMITRIADES


Manos, de Edda Armas

Las manos. Sus líneas reveladoras, su capacidad de unir, de desatar memoria, de cuidar, romper, reconstruir. Las manos que bordan, que sudan, que acarician, que pueden llegar a empuñar un arma, son el motivo de que se vale Edda Armas para llevarnos por el camino muy personal de una escritura donde las luces alternan con las sombras, donde impera el fragmento, la alusión, la sugerencia, y donde el lenguaje, el gran protagonista, interpela al lector y a su particular experiencia, a fin de que se encuentren en algún recodo y se encienda la chispa del reconocimiento.

PIEDAD BONNETT


El perro estar, de Carolina Lozada


El perro estar es un ladrido rabioso, melancólico, altanero. Su carácter intencionalmente breve obedece a la certeza de que las pesadillas solo son soportables en sus fragmentos. Este can, guardián de nada y hambriento de todo, aúlla desde las heridas de sujetos destetados de cualquier porvenir. La carcajada seca que lo acompaña es el último estertor de un imposible optimismo.

Como buen perro pequeño tiene gruñido fácil y la mordida siempre dispuesta. Si se le va a acercar ponga a resguardo sus huesos, evite que el animal se los desgarre para azuzar a los locos y también a Dios. Tenga cuidado sobre todo con sus manos, porque podrían ser usadas para empuñar un hacha resignada al crimen o como fetiche sexual de una mujer romántica, solitaria y depravada.

Una última recomendación, nunca subestime la rabia de un perro pequeño.

Retablo de plegarias, de Fedosy Santaella


Este libro de Fedosy Santaella, el mismo que tanto hemos escrito desde la poesía, la narrativa, el ensayo o los ensueños, una vez más toca muy de cerca, nos cuestiona y nos asume como protagonistas del yo del narrador, desde el universitario que fue, desde el bebedor de cerveza, desde el que comenzó a afeitarse frente a un espejo donde lo nombraba la familia, la sagrada familia genésica, inicial, la de la tierra original. Este libro es un libro de recados, de vertebraciones íntimas y ciudadanas. Es el volumen en el que cualquier venezolano se puede instalar a verse como lo que es, un sujeto lleno de memoria que se reconstruye a través de la nostalgia, esa dolencia por la pérdida de la infancia. Aquí, Santaella nos habla de la pérdida de la infancia de un país, nos dice de sus logros, faenas, goces y sobresaltos en un país "feliz", a veces estropeado por las desfiguraciones de sus dirigentes, que casi no aparecen en escena. Y esos cuatro espacios en los que se divide el libro nos describen. Nos hace vernos otra vez en el espejo. O en el pozo de agua sucia en que han convertido nuestro patio.

Alberto Hernández

Ophelia ignota, de Aglaia Berlutti


En este conjunto de ensayos, Ophelia -el tradicional arquetipo de la mujer sufrida y fuera de su centro- descubre la posibilidad de resemantizarse. La palabra de Berlutti se despliega por caminos de sombra para emprender la construcción de la voz femenina, o más precisamente, de la voz de la escritura asumida por una mujer. Como la Woolf, Aglaia define la relación entre mujer y escritura esquivando la tentación de teorizar y sin embargo, desde las propias voces elegidas para conformar este libro, construye un ars poética y hasta la tradición de ese canto inevitablemente doloroso a la ascensión de lo femenino. Así como el momento en que Elizabeth Siddal -la musa de la obra de John Everest Millais que cuelga en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno- se levanta del cuadro que consagró su mórbida perfección para dejar de ser sólo una estampa de perfección y belleza. Aglaia reclama su lugar y les otorga un puerto de enunciación a esas voces. Ese acto de encender la llama de la escritura le otorga, como ella misma señala, "el don de suspender el caos, constatar el prodigio de vivir en lugar de sólo existir".

Yoyiana Ahumada Licea

Muerte del filósofo chino y otros textos insomnes, de Piero De Vicari


Piero De Vicari (San Nicolás, Argentina, 1963). Poeta, narrador, ensayista y gestor cultural. Dirigió la Escuela Municipal de Lengua y Literatura «Andrés del Pozo», entre los años1991 y 2001. Desde 1994 a la actualidad es co-director del Sello Editorial sin fines de lucro Yaguarón Ediciones. Curador del Festival Internacional de Poesía «San Nicolás de Los Arroyos». Recibió distintas distinciones, reconocimientos y premios por su trayectoria literaria y labor cultural. Tiene publicados nueve libros de poesía, editados en Argentina, México y Ecuador. En microficción, ha publicado Simbiosis de la guillotina y otras microficciones (Editorial El español de Shakespeare, Santiago de Chile, 2017) y el libro Ínfulas ínfimas/bazar de brevedades y otras minucias (Editorial Macedonia, 2018). Sus poemas han sido parcialmente traducidos al francés, inglés, alemán, serbio, francés, croata, ruso, guaraní, italiano, catalán y portugués.

El juicio de los días, de Mario Amengual


Mario Amengual (Maracay, Venezuela, 1958). Poeta, narrador y profesor universitario. Articulista de prensa. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado los siguientes poemarios: La arboleda deslumbrante (1991); El tiempo de las apariencias (2000), A la sombra de los destellos (2015) y La voz recuperada (2017). En narrativa, las novelas El pozo de la historia (2007); El cantante asesinado (2009); La fiesta de La Democracia (2011) y El abismo de los cocuyos (2013). 

Albo, de Tannia Maruja García


Tannia Maruja García (Maracay, Venezuela, 1986). Escritora, docente, copywriter, investigadora, budoka y psicoterapeuta. Licenciada en Educación, mención Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Diplomado en Narrativas Contemporáneas por CIAP-UCAB/ICREA, con formación en el Centro de Psicoterapia Integrativa Fenomenológica CEPSIF. Ha publicado El muro y otros relatos sobre la oscilación (2016) con la asesoría de El Taller Blanco Ediciones y bajo el diseño de la artista plástico Natacha Amaya. Relatos suyos han sido publicados en revistas y medios nacionales e internacionales y ha participado y promovido diversos eventos culturales y literarios. Actualmente se dedica a dictar talleres de escritura y de promoción de la creatividad como recurso para la vida a través de la comunidad creativa Ficcionafilia, de la que es fundadora, y es miembro de Plusetc Creative House. Ejerce la redacción creativa en el área de branding y publicidad (copywriting), la edición y corrección de textos, la investigación académica, y las artes marciales.

Mecánica, de Víctor Manuel Pinto



Mecánica (2006) enciende un amplio fuego de experiencias. Se asocia con elementos más diversos que el restringido mundo de las piezas de automóviles, la grasa y el funcionamiento de un motor. Víctor Manuel Pinto ha ido ensayando después de Aldabadas (2005) -su primer libro editado- un lenguaje más fluido, ampliando sus motivos y asuntos, aunque éstos continúen ligados a la intimidad familiar. Sin posturas rebuscadas, su escritura se vuelve más natural, cercana al decir cotidiano. Mecánica amasa, diríamos, una experiencia individual y colectiva. Poemas que describen las pequeñas tragedias cotidianas del día a día. Pinto nos muestra trozos de sus vivencias, nos abre las heridas de la memoria para transmitirnos su inconformidad y su percepción de la imagen paterna. La poética de Víctor Manuel Pinto, nos dice el poeta y ensayista Alberto Hernández, "es la historia de un oficio, pero también la de un silencio enmarcado en el paisaje del dolor por el padre". 

Néstor Mendoza


Texto por fuera, de Eleonora Requena



El poema, los versos, un juego de formas, inscripciones. Definiciones, bruscas salidas y entradas. Los contrarios: el afuera, el adentro. Interior/exterior: las palabras, los silencios. Andar, desandar, afirmar/negar. Ser y no ser. Pero ser. En definitiva, se está mientras el ser ambula, se abstrae. Sale, entra. Vuelve del extravío. Ambula, cavila, abusa de las palabras como ellas abusan de quien escribe o borra. Signos de puntuación, pausas, guiones, los poemas pasan la raya y se leen en el texto, sobre el texto, dentro del texto, pero también por fuera de él. Hay una realidad que no se plasma en el papel. Hay realidades imposibles, como hay interiores desechables, poco visitados mientras el afuera se traga los paisajes, las cosas que rebotan en una ciudad que no nos pertenece. ¿Dónde queda el afuera? ¿En los objetos, en uno mismo, en el poema? ¿O somos nosotros ese afuera, ese exilio que remata palabras, que las desata, que las oculta o que las muestra desde la sombra de las vísceras o desde el filo solar de los días?

Alberto Hernández


California 35 kilómetros, de Alejandro Bentivoglio


CAPÍTULO 1



Imaginé una postal para nosotros: desaparecer en una muda habitación de hotel. Lejos de ciudades gastadas bajo el peso de estos cielos de extraños colores. El fin del mundo es lento, es apenas otro capítulo en la letanía de los estertores de la historia. Y ¿pronunciar tu nombre, Susan, no es rebelarme contra el futuro? Combatirlo.

Pronunciarlo en susurros, como palabras de piel dichas en otro idioma. La historia propia transmutada en lejanía. Los cuerpos no conocen de Apocalipsis, solo de caricias.



Anábasis, de Adalber Salas Hernández


Adalber Salas Hernández (Caracas, 1987) es uno de los poetas venezolanos de hoy de mayor proyección internacional, con una labor abundante y celebrada, en la que figuran títulos como Extranjero (2010), Suturas (2011), Heredar la tierra (2013), Salvoconducto (2015), Río en blanco (2016), [A Love Supreme]: Shakespeare: variaciones (2018), La ciencia de las despedidas (2018) e Isolario (2019). Como en el caso de otros compatriotas, en su escritura de una u otra manera la introspección sufre los embates constantes de vivencias nacionales que en el siglo XXI han sido duras, poniendo a prueba la capacidad de resistencia y autorreconocimiento tanto individual como colectiva. Desde Salvoconducto, no obstante, podría argumentarse que se ha producido un vuelco notable en el modo de aproximarse a la realidad elegido por Salas: lo que antes era un intento de rescatar la experiencia íntima en medio de un horizonte social pródigo en deterioro, colapsos y violencia comienza a traducirse en un ajuste de cuentas simultáneo con el lenguaje en general y con la tradición literaria en particular.

Miguel Gomes

Homenaje a la estrella, de Elisa Lerner



La escritura de Elisa Lerner parece estar guiada por un ojo que, sin distraerse propiamente de ver, se muestra destinado sobre todo a oír. Tal vez sea por esto que las palabras, además de sus significados, trasmiten la impresión de haber sido elegidas por su misterio acústico, por la forma como mejor se adaptan al tempo que gobierna cada párrafo. De los reconocidos dones de su escritura, por cierto una de las más personalizadas y singulares con que cuentan nuestras letras, el distingo que más a menudo sobresale es el de su habilidad para armonizar las frases, el modo de afortunado acompasamiento mediante el cual se van nombrando las cosas.

EUGENIO MONTEJO


Usted, de Sonia Chocrón



Una sola palabra, un pronombre, basta para detonar un mundo, una metamorfosis, hacer retoñar una semilla que, más allá de la desconfianza del tiempo, florece en una planta de muchos mensajes donde la estructura de su creación y desde la cronología de su crecimiento contiene abundantes aventuras de una voz envuelta por la prosa y la poesía de mucha porfía creadora. Usted es un libro de relatos que se hablan desde ellos mismos. Relatos que se van construyendo mientras el narrador concierta un trato con ellos mismos, con personajes que se advierten muy cercanos al relator desde la perspectiva de ese "usted" que un poco antes ha sido un "tú" en el comportamiento de quienes ocuparon los primeros tiempos y espacios del volumen.

Alberto Hernández


Mi aroma de lumbre, de Elizabeth Schön



Destacado por críticos como Juan Liscano y Rafael Arráiz Lucca, este poemario muestra el dinamismo de la palabra, su movimiento en medio de cualquier ambiente o circunstancia. El espacio va definiendo el carácter de la palabra y su multiplicidad. En primera persona, emprende un viaje desde el primer poema hasta el último. Se va desplazando por lugares diversos (naturaleza, ciudad, cárcel, hospicio, casa). Este viaje que emprende la palabra no solo ocurre en espacios físicos y palpables, sino en lo invisible y en las emociones. Mi aroma de lumbre es un conmovedor y exigente acercamiento a la palabra, que ahora está al alcance de los nuevos lectores, de quienes no lo conozcan, de quienes pudieron leerlo cuando fue publicado por primera vez...

MARÍA ANTONIETA FLORES


Fisuras del viento, de Orietta Lozano



Hay una mujer en todos los poemas que salvaje nada entre las aguas buscando su lugar, se mira en los espejos hasta perder su sombra y convertirse en fractal: un rayo de luz que ilumina las heridas milenarias del mundo. Aquí hay una catástrofe ritual que, a su vez, es el milagro cíclico y natural que reescribe sigiloso y sin lenguaje la memoria. Una mujer que pariendo nombra a su madre, a sus ancestras, a ella misma y a todas las que memoria somos, sintiendo, habitando y escribiendo como hembras.

DANIELA PRADO


La silla vacía. Poemas recogidos (2016-2021), de Pamela Rahn Sánchez



La disposición de estos de poemas escogidos por la poeta y collagista venezolana Pamela Rahn Sánchez (Caracas, 1994), parte de algunos textos inéditos y desemboca en sus primeros libros. En este cauce, el lector irá pasando por libros como La luz entre las cosas (2020), El radio de pilas y otros poemas (2020), Breves poemas para entender la ausencia (2019), este último merecedor del XX Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven, hasta llegar, finalmente, a la plaquette Flores muertas en jarrones sin agua (2017) y a su primer libro El peligro de encender la luz (2016). Se trata, pues, de un recorte que realiza la autora a su producción de los últimos cinco años, a la que se sumaría, por los bordes, la actividad visual desenvuelta en su proyecto de collages Papeles renacidos. Me refiero a los bordes porque la obra no incorpora ninguna de estas imágenes, aunque su hechura tiene una presencia espectral.

JESÚS MONTOYA


las conductas discretas, de María Antonieta Flores



las conductas discretas de María Antonieta Flores es un libro en el que sangra la vida, en el que los distintos aspectos del acontecer humano aparecen en estos versos directos, cincelados, como si de gemas se tratara, por el buril de un tallador experto.

En el trasfondo de este poemario surge la realidad y la poeta nos confiesa que «tuve que hilarme para entender la historia» porque se trata de eso de la historia que siempre nos mueve y nos transporta como en un río profundo en el que «el dolor no cavila ni duda/claro y certero en mi cerebro».

En estos poemas encontramos todo aquello que la realidad de hoy nos muestra en toda su crudeza. Encontramos violencia, manipulación, golpes, frustración, maltratos que son lo que leemos cada día en los periódicos y en los noticiarios aunque también nos asalta la isla del tesoro y la prosperidad. Hay un rayo de esperanza entre tanto desastre.

«Tuve un país de perdedores»; «yo era un silencio solitario/entre los vencidos». El desaliento ante el futuro de un hermoso país convulso se palpa en estos versos que a través de la mirada de la poeta nos invitan a la reflexión, la introspección y la comunión con nuestros congéneres.

M. CINTA MONTAGUT


Concierto para delinquir, de Leo Felipe Campos



Desde que se levantó sobre sus pies y abandonó África, la historia del hombre ha sido una crónica del movimiento perpetuo. Leo Felipe Campos ha honrado esta herencia. Vivió en Venezuela, en Brasil y en Colombia, y entre estas fronteras ocurren sus historias. Solo una de ellas contiene esta frase, pero podría aplicarse a todos los personajes reunidos aquí: «En sus miradas bailaban la expectativa, la angustia y la ilusión». Migrante permanente, Campos repite en este libro el atavismo de todo narrador: contarse a través de otros; retratar en los demás la silueta de sí mismo. Con frecuencia su discurso pasa de la narración a la reflexión y a la interpretación. De esta manera, asistido por los grandes géneros de la no ficción, el autor fabrica una nueva forma de verdad que va más allá de las anécdotas recopiladas durante la reportería. Ella es el resultado de la observación, del punto de vista y del pensamiento posterior: un ejercicio que todo narrador comprometido debería realizar cuando enfrenta la realidad como espectador participante. Lo valioso y lo memorable no palpita solo en aquello que puedo ver y luego cuento como testigo; sobre todo, lo relevante de cada relato yace en su significado para la comunidad.

Sinar Alvarado


Mahmud Darwish anda en metro, de Miguel Antonio Guevara 


Por lo común, cuando leemos cuentos o novelas engullimos la última frase, cerramos el libro y somos capaces de repasar experiencias de personajes que página a página fueron quedando en pelotas ante nuestro morbo mirón. Podemos decir, por ejemplo: acabo de leer la historia de un hombre que lo tenía todo (décadas de casado, buen hogar, fortuna, hijos profesionales, una vejez cómoda), hasta que un día su abnegada esposa, en mitad de la cena, le pide el divorcio y que se vaya muy derecho al carajo. Entonces, la trama hilvana El viaje vertical que un tipo debe hacer en el cénit de su existencia y que resumimos a los amigos en una conversación de sobremesa. Mahmud Darwish anda en metro ganó el VI Premio Nacional Universitario de Literatura "Alfredo Armas Alfonzo", mención cuento, en 2017; sin embargo, las piezas que la conforman no admiten ser embutidas en galeras teóricas en las que sí calzan perfectamente "El ahogado más hermoso del mundo" del Gabo, "La felicidad clandestina" de Lispector, o los relatos de El llano en llamas de Rulfo. Los textos escritos por Miguel Antonio dan la impresión de ser pedazos, partículas que antes de una fractura (de la que nada sabemos) constituían una gran unidad, de modo que cada trozo puede ser la continuidad de algo que no tenemos a mano y que retoma su curso también fuera de nuestro alcance.

YANUVA LEÓN

El arca de Gokú, de Zeuxis Vargas



Zeuxis Vargas es el responsable de esta genealogía de obsesiones. Se trata de una propuesta intransferible, imposible de adjudicar a otro porque asistimos a un esquema temático demasiado personal para que alguien más sea capaz de asumirlo. El recurso más recurrente empleado por Zeuxis en El arca de Gokú es la parodia. El autor ve a estos personajes con una mezcla de compasión e ironía. Uno es capaz de sentirse empático, de ponerse en los zapatos de estos personajes muchas veces poco afortunados. Se mezclan la desventura de los seres ficticios y la de esa voz poética que no tiene concesiones con su propia realidad.

NÉSTOR MENDOZA


Cambio de agujas, de Jorge Valbuena



¿Por qué no se puede hablar ni clasificar ni meter en el eje de lo positivo y de lo negativo a un poema o a la poesía en general? Porque siempre será una abstracción indescriptible, por poco imposible de descodificar, en tanto suscita ideas, emociones o sentimientos que pertenecen a la más íntima e inescrutable interioridad de cada lector. A su centralidad. Es simple de entender: si el poeta dice «árbol» hay tantos árboles como lectores pues cada uno tiene el suyo abierto en su paisaje. Por eso la poesía es un lugar de encuentro para que cada quien haga su propio viaje. Le propongo que tome su valija o su mochila a ver a dónde conducen estos versos de Cambio de agujas, de Jorge Valbuena. Yo solo le puedo decir que es un poeta.

LUIS AGUILERA CABRA


Maletín de pequeños objetos, de Arnaldo Jiménez



La imaginación no se rinde fácilmente. Es más, nunca se rinde. Tratan de torcerle el brazo y nada. Sigue su curso, tan real que se hace imposible en los sentidos, en el sabor de la lengua, en la mirada atónita de los adjetivos que saltan de alegría entre los sustantivos y el resto de la oración que verbaliza la piel del lector y lo convierte en viajero. Siempre hemos sabido de las destrezas de Arnaldo Jiménez, quien para más muestras no se despega del mar. Nacido en La Guaira y residenciado en Puerto Cabello, tiene en el oleaje la sustancia para inventar, imaginar, hacer la maleta y meter todo el equipaje de su inteligencia que se convierte en regalo para los lectores. Los que estamos frente a sus relatos breves, relatos de emergencia como llevados por la mano mágica, misteriosa y amable de la creación. No es la primera vez que Arnaldo nos hipnotiza. En estos duros tiempos de éxodos y exilios, las maletas son un lujo, pero en su interior está la muestra más fehaciente de que si están vacías es posible llenarlas con todos los imposibles. De manera que el viaje sea más placentero bajo la mirada de todos los personajes/objetos/órganos biológicos y oníricos que después cabrán en ellas.

Alberto Hernández


Halo y otros poemas, de Simonny Azul Urdaneta



Simonny Azul Urdaneta (Valencia, Venezuela, 1978). Poeta, investigadora, productora radial, actriz, profesora universitaria de pre y posgrado. Ha publicado Los cuentos de hadas no hablan de sexo (1997, 2002), Mi calle de una acera (2002), Líbrame (2005), Como una costumbre (Concurso Bienal "José Rafael Pocaterra", 2010) y Piedra de rayo (Concurso de Poesía del Festival Mundial de Poesía, 2015). Entre los reconocimientos recibidos se encuentran la Orden "José Félix Ribas" en su tercera clase, área artística, y la Orden "Arturo Michelena" por su trayectoria artística. Su trabajo literario e investigativo ha aparecido en antologías y revistas de circulación nacional e internacional y en antologías como En obra, Antología de la poesía venezolana 1983-2008 (2008); Antología de poesía venezolana joven, versión bilingüe castellano-árabe (2009), Antología de poesía venezolana de la Embajada de Venezuela en la República Árabe Siria (2016) y en El vuelo más largo. Poesía hispanoamericana (Ángeles Del Papel Editores, Lima, 2020). Su poesía ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, portugués, italiano y árabe.



Algo que acecha, de Ildiko Nassr



Ildiko Nassr (Río Blanco, Jujuy, Argentina, 1976). Ha publicado libros de poemas (Reunidos al azar, 1999; La niña y el mendigo, 2002; y en coautoría Ser poeta, 2007), de cuentos (Vida de perro, 1998) y de microrrelatos (Placeres cotidianos, 2007 y 2011), (Animales feroces, 2011), (Ni en tus peores pesadillas, 2016), (Placeres cotidianos, colección breves y extraordinarios, 2017), (Los hermanos mayores, 2017), (Hilos dorados, en coautoría, 2017), (Urgencias, disimulos y rutinas, 2019). Este último recientemente presentado en la Feria Internacional del Libro de Lima. Sus microrrelatos han sido incluidos en las mejores antologías y recopilaciones de microficción hispanoamericanas.


El fuego siempre el fuego, de Elennys Oliveros


Elennys Oliveros (Santa Bárbara del Zulia, Venezuela, 1981). Poeta y lingüista. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad del Zulia. Es egresada de la Licenciatura en Educación, Mención Lengua y Literatura, de la Universidad Católica Cecilio Acosta; cursó estudios de posgrado en la Maestría en Lingüística (ULA, Venezuela). En la actualidad, estudia el Doctorado en Lingüística de la Universidad de Los Andes (Venezuela). Es profesora de planta de la Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana de la Universidad Surcolombiana (Neiva, Colombia). Ha participado en diversos eventos artísticos, entre los que se destacan la mesa de escritores autopublicados en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (2021). Ha recibido una Mención en el 11º Certamen Internacional de Poesía Literarte 2020 (Argentina). Es autora de los libros de poesía Una hora en la que no era una (Negro Sobre Blanco, Caracas, 2013), Silbido de enaguas (Negro Sobre Blanco, Caracas, 2015), Presencias (Negro Sobre Blanco, Caracas, 2017), Mi corazón quiere divertirse (Negro Sobre Blanco, Caracas, 2018) y Contrasentidos (Ediciones Exilio, Bogotá, 2020).

Puerto Nuevo, de Ernesto J. Navarro



Qué clase de árbol es la familia. Algunos árboles desentrañan de sí pus y verdad; otros crecen desnudos, desprovistos de tiempo, hacia el cielo que a su vez los dobla e invierte en raíz. La historia del árbol de Germán entra y sale de la tierra en la que muere el sol. Podría decirse que la historia de un país es la historia de cada una de las ramas que integran el árbol total y que, en vez de árbol, cada familia es una rama. Así pues, los hombres y las mujeres son hojas y también flores y frutos. En esta historia algunas flores mueren ahogadas o se alzan de cabeza y lengua como reptiles a los que un rezo les baja el mentón. En esta historia, la familia se teje hacia adentro, hasta hacer de su sangre la sangre misma de la tierra, sangre negra, espesa, de cuyos pinchazos vive y muere una nación. En esta historia el círculo es una boca, boca que come de sí, boca que dice y calla lo que se tiene que decir, lo que se tiene que callar. En esta historia se funda un pueblo que crece hacia abajo, un pueblo al que chupa un lago, un pueblo-puerto sin barcos, de mujeres de fuego. En esta historia se cumplen las promesas, a la vez que se descuera a la bestia nómada y se la guinda del árbol. Al limonero en el patio de la familia Navarro, alguna vez segado por el autor de esta novela, lo mean los hombres que sobreviven a las promesas, a las apuestas, al hambre que procura el movimiento. Entiéndase: orinan con permiso, y a pedido, de la abuela. Es esta la imagen que perpetúa el relato, relato que se constituye -sobre todo- en la historia del linaje masculino de una familia venezolana, historia de su patrilinealidad, acaso homenaje. No sé qué clase de árbol sea esta familia, lo que sé es que todavía algunos de sus miembros hacen el amor sobre un apamate.

Indira Carpio Olivo


Diario por una estatua, de Juan Calzadilla


Hay un imperativo en la obra de Calzadilla: no permitir que lo corpóreo se fosilice, sino que cristalice siempre de modo diferente en cada poema. Y mostrar con ello al lector todo lo que hay de arbitrario y reductor en la noción de cuerpo a la que se ha acostumbrado, esa que constituye su moneda discursiva habitual. A cambio, ofrece este cuerpo febril y desatado, cuyo perfil no sabe permanecer quieto, cuya extensión se pierde de vista, cuyos miembros pululan y hacen señas, un cuerpo que no para de hablar, como el mundo que justo ahora nos toca vivir. Este es el deber del poeta, dar testimonio de eso que, a pesar de ser duramente real, está siendo ignorado. 

Adalber Salas Hernández

Sembrando lejanías: La invención de un sentido, de Luisana Itriago



Yo diría que toda la poesía de Luisana Itriago encuentra en la palabra no sólo el elemento esencial del poema, sino fundamentalmente la cifra mediante la cual se intenta el rescate, la redención, la restitución de una íntima unidad perdida: una añorada plenitud. Eso podemos constatarlo en toda su obra poética y significativamente en este libro, Sembrando lejanías: la invención de un sentido, pues aquí también la palabra es asidero fundamental, es fundamento. Dicho de otro modo, aunque desde el primer poema de este poemario se nos hable de "un refugio hecho de palabras" que "resguarda la memoria de lo recorrido", en realidad, la palabra en sí misma ya es el primer refugio, el vínculo primigenio con el deseo de "perpetuar" la "palpitante luminosidad" del instante. Así, la dialéctica entre "lo huidizo" y "lo permanente" -como diría Juan Sánchez Peláez- encuentra en la poesía de Itriago su mejor síntesis en la palabra, como posibilidad privilegiada de intensificación de la experiencia humana, sin menos cabo de saber que siempre lo esencial le será inaprehensible, que perpetuamente estará "más allá" de ellas.

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA


Cuarto libro de los entusiasmos, de Luis Gerardo Mármol B. 


«He pensado dar el nombre de 'Entusiasmos' al conjunto de mi obra poética, un poco a la manera de Baudelaire, Whitman, Pound, Guillén o Juarroz», señala y explica el poeta Luis Gerardo Mármol B. «El término 'entusiasmo' no debiera tomarse por una suerte de manía o euforia más o menos incontrolada o banal, monocromática y monocorde. Esta palabra griega podría traducirse más o menos literalmente como 'estar en Dios'. Es inconmensurable la cifra de estados o movimientos del alma y del espíritu que el rapto anima o desencadena. ¿Cómo podría entenderse una palabra como 'entusiasmo' de manera unívoca?».

Miel negra, de Franklin Hurtado



La poesía camina hacia atrás, hacia «lo más lejos», hacia lo «remoto», en búsqueda de una palabra que escriba «ese final que no cesa»: la infancia como casa y sed, como paisaje y ceniza, como voz y eco. Miel negra de Franklin Hurtado transita el presente con el oído puesto en la materia resonante del pasado que se manifiesta en los desencuentros y tensiones de la cotidianidad, en las vivencias más pequeñas, en la existencia concreta de las cosas. Es necesario un durazno para escribir poesía, para aceptar la imposibilidad de saber «a qué lengua me debo» aunque siempre se regrese al tanque de agua de la infancia para aplacar la sed, para atrapar aquello que se escapa, el insecto de la palabra, su zumbido.

GINA SARACENI


Pelambre, de Annabel Petit Alvarado



El trazo ensaya sobre un papel el esbozo de la memoria o del olvido. La mano delinea con una raya gruesa o delicada, vigorosa o timorata, y crea la forma, la abre y/o la cierra, da inicio a un lugar, lo contiene y/o lo desborda. Así la escritura de Pelambre, de Annabel Petit Alvarado, que al igual que el dibujo, solo necesita de un soporte de papel y un lápiz para desplegarse. La voz articula una palabra, dibuja una frase en letra fina de caligrafía Palmer, se hace un delgadísimo hilo de voz para nombrar aquello último y silente, por sagrado, por remoto, por doloroso. Es el trazo del dibujo, es la letra del poema, logos e intuición que retozan/ y nadie entra en conflicto/ por las pequeñas fieras.

ELEONORA REQUENA


Vándalos, de Jorge Osbaldo


 Amparado en varios epígrafes de vendedores ambulantes, quienes en abierto apoyo a la protesta expresan su rechazo a la violencia oficial, el libro se abre como un inventario de sucesos con un profundo contenido político. Se podría acuñar aquí la primera lectura como un aquelarre de lo que sucede en América Latina con algunos gobiernos que, de alguna manera, han desviado el fundamento democrático y se han afincado contra la población. La ironía, muy común en la microficción, tiene su protagonismo en algunos textos en los que los personajes se mueven como en un escenario. Cada texto podría formar parte de un guión teatral. De manera que Jorge Osbaldo sabe lo que hace y lo que escribe. Y lo que escribe apunta hacia el conocimiento de cómo se maneja o manipula el relato corto: resume contenidos y expande sus significados con celebrado acierto.

Alberto Hérnandez


Mil y una muertes, de Corina Oproae


VII

eres el que mira mientras la vida pasa, el que habita el espacio que surge entre vivir y contemplar. mirar es colocarte en el punto preciso desde el cual la vida te convierte en espectador. pero no finjas. no te basta con ser el que mira. a escondidas atrapas sueños que dejan volar los que tan solo viven, sueños que a su vez, anhelan ser palabra. los atrapas letra a letra y llenas tu espacio de vidas ajenas que contemplas mientras escribes con tinta que mana de tu mirada y de tu interior y recuperas tu esencia cuando te detienes y te maravillas ante aquellas vidas que la mirada atenta recuerda nítidamente haber vivido.

antes          vacío           vacío      después

Corina Oproae


La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos, de Rafael Simón Hurtado


TELÓN

Los espectadores estaban fascinados por los efectos especiales: el ruido de pólvora saliendo por la boca del arcabuz, el rastro de sangre brotando a borbotones de la herida en el pecho, y el grito de dolor de la actriz sobre el escenario. Una barra de hierro, perdida en el fondo del cañón del fusil, detonada por el actor principal, atravesó el corazón de histrión apasionada. El disparo de ficción la había alcanzado fatalmente, impidiéndole escuchar la ovación.

Rafael Simón Hurtado

Cuestión de origen, de Lester F. Ballester


Lester F. Ballester se mira a sí mismo, no para contarse, no para tomar de sí retazos de sus escasos 23 años. Definitivamente, no es por allí la vuelta. Se mira para tomar de su entorno lo que necesita para contar la breve historia: algunas de estas breves historias. Es su mundo, su círculo, su ciudad, las historias de sus abuelos, abuelas, o esas calles cubanas que tanto encanto, misterio y anécdotas poseen. Cada texto es una brevísima historia que, a su vez, casi siempre, refleja personajes y situaciones que se acercan a la realidad, no sólo a la de la vida, sino también a la de la ficción, esa que hemos conocido en algunos relatos pero también en la Historia de la humanidad. 

GERAUDÍ GONZÁLEZ OLIVARES 

Una extraña habitación en Saturno & otros planetas infames, de Maikel Ramírez



UNA EXTRAÑA HABITACIÓN EN SATURNO

"Still paying, still to owe. Eternal woe!"

(John Milton| Paradise lost)



Cuanto más intento recordar, más se repliega la maldita bruma en los escondrijos de mi memoria. Ni siquiera sospecho cuánto tiempo habíamos permanecido envueltos en aquella oscuridad inabarcable. Apenas recuerdo que cuando abrí los ojos los labios de mamá me recibieron apuntando al techo y dibujando un círculo húmedo que se desvanecía pronto en el aire. Ellos nos observan, susurró notablemente alarmada. De inmediato salté de la cama con un impulso que retomaba mi pasado de atleta, mientras que ella estiraba las manos inútilmente para retenerme entre las sábanas. Pude ver que nada había alrededor que pudiera elevarnos hasta la boca de la extraña habitación. Madre apuntó con sus delgados labios una línea de hendiduras en la pared que enseguida reconocí como una oferta casual a nuestra libertad. Primero ella, y luego yo para impulsarla, escalamos el muro con breves interrupciones para inflar nuestros pulmones de oxígeno renovado. Pude verlos, entonces, cuando estábamos cerca de escapar de la extraña habitación. Ellos murmuraban entre sí y nos señalaban con el dedo centellante. De pronto, sujetaron con fuerza los bordes de la entrada y los estiraron hacia alturas a las que sólo accedería un Dios todopoderoso. Van semanas desde que eso ocurrió y a veces me parece que se asoman y continúan despreciándonos con su arrogancia acusadora, claro, no sin antes volver a estirar la entrada de la habitación casi hasta el infinito.


Tres cuentos y dos relatos, de Jesús Miguel Soto



Hay autores que a simple vista parecen operar con un bajo perfil. Es este el caso del joven autor venezolano Jesús Miguel Soto, quien ha demostrado tener un pulso narrativo coherente y sostenido. Sus múltiples premios en concursos nacionales e internacionales han sido testimonio de esto, pero también la mesura y el cuidadoso discurso de su creación literaria en estos relatos. Las ideas en Soto parecen siempre nacer de una imagen particular, una escena; pero no la que pareciera recrear la historia que cuenta, sino aquella que se esconde detrás de un simple detalle.

GERAUDÍ GONZÁLEZ OLIVARES


Inscripciones/Inscriptions, de Fernando Pessoa



En estos epitafios, a diferencia de las inscripciones funerales modernas, donde el consuelo suele buscarse en la comunicación que dirigen los deudos al difunto, es la voz del difunto quien se dirige al mundo. Se busca en ellos, a partir de datos esenciales del difunto, elevar votos para la perpetuación de su memoria y, a un mismo tiempo, y en el mismo tono del carpe diem horaciano, servir de pretexto para el consejo moralizante y la meditación alrededor de la brevedad y fragilidad de la vida.

LÁZARO ÁLVAREZ


Algunas alas. Antología personal (2010-2020), de Xavier Oquendo Troncoso



En la antología poética Algunas alas, que ha preparado el propio autor, el lector hallará las claves que distinguen el estilo de Xavier Oquendo Troncoso: el ímpetu imaginativo, el verso y su música que no miden extensiones, el peso de lo urbano, la oralidad, la riqueza en referentes de la literatura y la cultura universales, y, por último, el factor lúdico que no lo abandona (que cambia, sin que nos demos cuenta, a un estado irónico nada servicial). Para el poeta ecuatoriano no existen temas excluidos o vetados en la poesía; y podríamos ir más allá: es en la apropiación en donde parece sentirse más a gusto. Esto no quiere decir que su voz sea una voz imitada: la voz poética tiene una memoria afectiva, unos paisajes intransferibles. Sus propios reinos. «Cópula fértil del pensamiento en la dicha y la belleza de la creación», dice de él Ana María Iza, y lo ratificamos al abrir o finalizar esta antología.

Néstor Mendoza


El relieve del tiempo, de Stephani Rodríguez


Los poemas de Stephani Rodríguez son un péndulo que se balancea dentro de la caja de resonancias axiomáticas de los viejos sabios. Lo perenne, lo que persiste una y otra vez sobre la tierra a pesar de la muerte y la destrucción; esa naturaleza que estudió Lucrecio es recreada por la poeta tachirense con una escritura que exalta el asombro por lo profundo; lo subatómico, lo vivo, aunque imperceptible, dentro de la maravillosa cotidianidad que nos rodea. Y he aquí otro aspecto paradójico: no hay ingenuidad en la lozanía de su voz, sino que se presiente una conciencia prístina; imantada por una ética personal que no solapa el placer ni al cuerpo. No hay dioses. No hay flagelos. Solo experiencia; jamás confesión. Acaso sea esta una clave de la novedad de esta escritura, un nuevo hacer que no hallaremos en la superficie, en las formas, sino en el núcleo del mundo que construye la autora. El lector de estos poemas entrará en un bosque habitado por especies dóciles y terribles; por árboles de frutos dulces y acibarados. El tiempo se transforma en un entorno silvestre, adonde la niebla no proviene de las estructuras verticales de la ciudad, sino del misterio de un pinar. Estas páginas son un espacio natural para los sacrificios, el estudio del placer y la revelación de la desnudez.  

Víctor Manuel Pinto

Poemas de una niña, de Daniela Jaimes-Borges


En esa línea del encierro en el Yo que alguna vez supo iniciar Alejandra Pizarnik, con bisagras chirriantes, allí, en esa dirección se ubican los poemas de Daniela Jaimes-Borges. En sus textos un cuerpo deja al descubierto sus emotividades y dolencias. Una verdadera indagación en la vida privada, utilizando un lenguaje que se distingue por su honestidad a toda prueba. Lo interesante, al final de la lectura, son las interrogaciones y los «aciertos» íntimos que el lenguaje de la poeta es capaz de precisar con el escalpelo de lo nominal. El libro sin vacilaciones construye un personaje con dos cabezas: la de una niña y su hermana que es ella misma. La escritura poética por momentos se declara impotente: Esto no es un poema,/es mi impotencia que no sabe/qué hacer con las palabras. Y es que la verdadera escritura es lo que sobrevive al error, al tropiezo constante, en nuestro esfuerzo por conocernos.

Igor Barreto

El ciervo. Antología poética (1981-2021), de Yolanda Pantin



Como muchos poetas de la generación de 1978, los orígenes literarios de Yolanda Pantin (1954) responden a instancias grupales. Sin embargo, no deben de extenderse hasta el campo de las influencias o hasta la sospecha de intereses estéticos compartidos, porque si algo ha caracterizado su poesía es esa condición de voz solitaria, personalísima, esquiva a caracterizaciones. Su apuesta discursiva no sólo se erige como vanguardia de este vasto movimiento, sino que también lo expande a límites inconcebibles por su carácter cuestionador, descreído y crítico.

El apetito de desmontaje de la propia operación poética recorre toda su expresión hasta volverla simulacro, ensayo reiterativo, esgrima solitaria. El verso crece sobre su propia ruina, como yerbajos aislados entre las estatuas caídas. De filiación aparentemente nómada, el verso de Pantin apuesta en el fondo a la sedentarización: congelar la búsqueda expresiva cuando alguna revelación lo requiere.

Antonio López Ortega


Una pequeña exageración, de Roy Herbach

 

El aforismo no es llave de nada. Quien comete aforismos se asoma más bien por el ojo de la cerradura mental, atisba un escenario recortado y anota el inventario de sus asombros. Doble movimiento de escritor voyerista: acuclillarse para observar lo que seduce tras la puerta de las imposibles verdades, y luego tajar el lenguaje de tal modo que aluda a ese mundo de ideas despedazadas.
Una pequeña exageración de Roy Herbach es ejemplar testimonio de esa mirada acotada, hecha trizas, del pensamiento humano. Labrados con el cincel del miniaturista verbal que medita en tramos cortos, estos doscientos aforismos configuran un breviario de perspicacias donde prevalece la fe de los descreídos.
«Escribo como quien se te acerca y te ofrece fuego», anota el autor desde la certeza de quien escribe para compartir una lumbre que acompañe a sus lectores. En otro aforismo aviva la llama: «La lectura a la soledad le sirve de fogata». Así se despliega este libro: como un repertorio de fuegos discretos, controlados por los silencios que los cercan y, al mismo tiempo, los atizan. Chispazos de un lenguaje encendedor donde se privilegia el risueño escepticismo, el revés de la palabra y el rumor de lo tallado.
Nada más impropio que extenderse en la antesala de un libro de aforismos. Que sean más bien los lectores quienes se encarguen de activar el archivo comprimido de intuiciones que este artefacto exagerado les ofrece.

LUIS YSLAS

Blackout, de Ana María Velázquez


NUBE

Día extraño

el último

llega con una calma

que no existe

y una nube

de gas mostaza

que paraliza


Rafael Cadenas y la poesía venezolana, de Antonio López Ortega


El país que en cuanto a esfuerzo colectivo ya no está, al menos sobrevive, con otras claves, con otras señas, en obras como la de Cadenas. Hablar de islas, de destierros, de derrotas, de falsas maniobras, de intemperies, de memoriales, de amantes, de gestiones, de dichos o de sobres abiertos da para una cartografía, da para un país minúsculo pero autosuficiente. En ese país nos refugiamos, aunque sea a la intemperie, en espera quizás de que el otro país, el originario, resucite de las sombras. La obra de Cadenas, afortunadamente, ya no le pertenece: es una isla puesta a flotar, que deriva por múltiples corrientes, pero en la que vamos todos, apelmazados sí, pero felices. No es este el destino que el gran poeta, docente, traductor, custodio puntual del lenguaje mal hablado, hubiese querido, creo, para sus versos, pero toda obra es finalmente de los lectores, de los tiempos que la reciben, de los jóvenes poetas que beben de sus aguas. La presencia de Cadenas, más allá de Cadenas; su vigilancia secreta, más allá de sus gestos parcos; su autoridad moral, más allá de quien sólo esgrime como propósito de vida la humildad, se constituye en uno de los pocos regalos que estos malhadados tiempos nos han dado. Qué dicha que esa isla flotante sea de palabras; qué oportuno que ese país sea de certezas; qué sostén que esa deriva preserve verdades insoslayables. Cuando el país mayor que le hace falta al poeta reaparezca, tendremos tierra para saltar a la tierra, tendremos agua para bañarnos en los ríos, tendremos palabras para hablarnos los unos a los otros.

Antonio López Ortega


Cruz boca abajo, de Víctor Manuel Pinto

La poesía de Víctor Manuel Pinto se ha distinguido por el afán de precisión. Hay en ella un compás que no le da la espalda al motivo y al verbo sugerente. Es una escritura inconformista, que evita la monotonía expresiva y evade el facilismo. La antología Cruz boca abajo funciona con una particular independencia; la primera sección, que da nombre a esta obra, reúne textos que, en su momento, integraron los libros Aprendiz de la carne (2007), Caravana (2010) y Voluntad para no matar (2011). A esta primera parte les siguen las secciones correspondientes a los volúmenes Aldabadas (2005), Mecánica (2006) y Quieto (2014). Acoplados, todos estos poemas articulan un nuevo cuerpo estético: ofrecen una lectura renovada que reorganiza de manera orgánica la estructura del libro. Aquí no hallaremos el efectismo que enceguece, sino ese mirar detallado con que el poeta asume la realidad e intenta herirla, para ver qué tiene de verdad y de impostura. El Taller Blanco Ediciones da la bienvenida a esta amplia antología del poeta venezolano Víctor Manuel Pinto, nuevo título de la colección de poesía «Voz Aislada».

Transiciones, de Héctor Antonio Espinoza


Se presentó con él, aunque a primera vista parecía ella. Fue una tarde sin nubes y sin razones, en el Espacio Balzac -a cielo abierto- del Ateneo de Caracas, a pocos pasos del sitio de una cruel noticia al final de este relato, pero eso es lo que menos importa por ahora. Hubo cantantes y actores y panfletos, gritos y una presentación audiovisual. El público de la reducida concha acústica era de unas cincuenta personas, ellos tenían un ámbito particular, una especie de límite imaginario que los apartaba de todo y de todos. Era el aire natural de sus cosas, el momento para sí mismos.

La vida entera, de Adhely Rivero


La poesía de Adhely Rivero  ha mantenido a través de los años un equilibro que refleja un mundo poético de honda gratitud hacia el entorno. El entorno es sentido como la realidad que alienta un modo de vivir integrado a la tierra, a la naturaleza, a la familia y a las faenas humildes del campo. Por eso, los temas que abarca tocan las fibras del corazón presentándonos un mundo tangible, pero también de inquietudes y cuestionamientos. Una poesía donde las posibilidades interpretativas serán determinadas no sólo por lo que germina en el poema, sino también por un decir que se convierte en un estilo y una manera muy peculiar de sentir la realidad. Se narra desde un yo que siente el paisaje no como algo sintético y lejano, sino como un vínculo con la tierra amada, ampliando así las experiencias del hablante y anexándolas a la poesía.

David Cortés Cabán 


Luto de los árboles, de Vielsi Arias Peraza



La poesía hace posible que lo íntimo, aquello que ocurre en espacios invisibles, luego se expanda hacia un contexto común. Esa introspección del hecho particular, donde los lugares habitados, los tiempos transcurridos en el paso de las experiencias, los signos que marcan los hitos de nuestra vida, se proyectan en letras, aunque llenas de indelebles padecimientos, confortan el espíritu. Vielsi Arias Peraza, con su Luto de los árboles, hace una retrospectiva de sus momentos desgarradores, de situaciones personales llenas de aflicción, de esos instantes que sacuden los cimientos del alma.

Ricardo Romero Romero



Límbica, de Vanesa Almada Noguerón


En una ordinaria palabra monosilábica tiene su origen Límbica, poemario concebido desde una fuerza tan incorpórea como surreal. A cada paso, un golpe, o quizás un giro hacia el espejo propio, una alteración de lo ya establecido y bien dispuesto. Son los poemas que arriban imprevistamente por el camino más largo pero para contravenirlo todo, para buscar con inflexible obsesión un porqué que ya le ha quedado demasiado lejos, una demanda negada y hundida en tiempo real sobre el mimetismo obligado que la extingue y la renace -una y otra vez- lenta e inagotablemente.


Sobre lugares comunes y otras verdades, de Guillermo Cerceau


22

 Él escucha con mucha atención y eso se descubre mirando su rostro concentrado, sus ojos fijos en el interlocutor y un cierto estrechamiento del entrecejo que revela el esfuerzo de la concentración, la búsqueda del sentido y sobre todo, la espera de la señal que definitivamente le permitirá saber a qué bando pertenece el que habla. La señal llega en una frase, de manera súbita y él se estremece. Eres un farsante, le grita, agitando el puño. Te acabas de contradecir, vas para atrás y para adelante, dijiste antes que... y ahora dices que... Cree que ha atrapado al farsante y siente un gran alivio, porque nada es más pesado en su corazón que la ambigüedad y la incapacidad de colocar a la gente en una casilla perfectamente etiquetada. Pero esta contradicción que cree haber escuchado no es tal, solo resulta de una falta de comprensión. Las oraciones que parecen decir una cosa y su contrario, que en efecto dicen, tienen sentidos inconmensurables porque se dicen contra el fondo de un contexto que cambia el sentido de las palabras. Pero él no es capaz de escuchar la gama de sentidos. Para serlo debería no solo tolerar sino valorar la ambigüedad, la polisemia que es intrínseca a cualquier discurso que no sea elemental. Como no es capaz de comprender esta limitación suya, la burla que los demás oyentes hacen de su supuesto descubrimiento es recibida como una agresión. Esta es la razón por la que la simpleza y el resentimiento van juntos y, en general, desconfían de las frases complejas. 

El alboroto de las águilas bailarinas, de Miguel Ángel Gómez


EL SAXOFÓN



El saxofón es tan triste como contemplar
el césped pisoteado. El chamán ahí fuera necesita un movimiento,
un fluir exterior. La noche sabe que todo está en su sitio.
Los chicos, inquisitivos, salen a la terraza exterior.
El superviviente puede sacar un rosario de madera y rezar.
El caminante encuentra unas mercancías con quince vagones cerrados.
Los alces a lo lejos deberían unirse contra el agresor.
Extraigo el significado, sin detenerme en la forma
ni en la expresión.
Despertar en la oscuridad.
Ante el fantasma Muerte
evolucionar de forma violenta
aunque el tren vaya demasiado deprisa.


La tierra rosada, de Andrés Giraldo Perlaza

Al despertar en esta prisión nostálgica, entre las sombras y los reflejos del fuego, me encontré un juego de lunares. Un espectro elástico que me dejó sin aliento. La espalda más bella que jamás había visto sobre la tierra. Parecía un lienzo de bronce, con tiempo y sin él, lleno de almendras, lleno de un júbilo de constelaciones antiguas esperando ser deformadas. Una nube lista para jugar con la imaginación de un niño. Un lunar con otro. Este con aquel. Cuántas combinaciones sobre esa criatura mitológica. Enamorarse de una espalda a primera vista (...). 

Suave deformación, de Wilson Díaz

Wilson Díaz asume el lenguaje desde una visión más cercana a lo visceral que a lo propiamente ontológico. Podría suponer que esta visceralidad, como en el caso de Miller, tiene en Díaz una dosis de su propia existencia. Y así también, la provocación implícita, y en ocasiones muy explícita, de la ironía que acompañan a buena parte de estos versos.

GERAUDÍ GONZÁLEZ OLIVARES

Fotomontajes mínimos, de Roberto Echeto

Alice observa un punto indeterminado entre ella y el piano; salvo el aire, no mira nada específico. Una vez, hace años, John le dijo que entre las partículas que flotan se encuentra la música que acaba de sonar. Alice sonríe porque sabe que quien de verdad se encuentra entre el polvo azotado por la música es su esposo devenido en energía hace años... Sí. En el aire, entre las volutas y el tejido que dibuja el sonido, está John Coltrane.


Tierra de Gracia reloaded, de Hernán Zamora

Tierra de Gracia reloaded, poemario hasta hoy inédito de Hernán Zamora, es un soundtrack caraqueño, composición coral en tres movimientos. En el primero, Tríptico para una Veneztroika, se escucha una vocinglería y estridencia que aturde, voces que se hacen rumor, como aquellos susurros de acuerdos de la terrible, atroz, inmensa deshonestidad que cubre «La ciudad de los otros», el célebre poema de Sophía de Mello Breyner Andresen. En Caracas de amor otra historia, el segundo movimiento, leemos la visión de quien contempla la ciudad desde adentro, y tras los cristales de ventana, en los espacios de la casa, inquiere con melancolía a esa ciudad de ruidos tenues, bañada por la inmensa luz del trópico. En el track que cierra el libro y le da nombre, Zamora nos entrega un último tema de tonos magnánimos, conciliadores, que nombra los ámbitos de la ciudad interior y construye en la nostalgia acaso la ciudad perdida de los paraísos de la infancia. Sólo desde ahí será posible la recuperación de la voz individual, la del discurso íntimo que resignifica lugares, palabras y sus íntimos significados.

ELEONORA REQUENA

Nenúfares malogrados y otras pesadillas, de Miriam Mireles

Veintiséis sueños, abonados con sus respectivas pesadillas, han sido vertidos en un libro por la poeta Miriam Mireles, quien en prosa limpia y poética lleva al lector de la mano por sus laberintos oníricos, donde lo simbólico y una realidad íntima, pero compartida con los personajes que invoca, forman parte de los miedos, sobresaltos y hasta juegos inocentes de quien durante esta veintena de registros interiores permite saber de la densidad de cada segmento de su escritura.

ALBERTO HERNÁNDEZ

Habitar el agua mansa, de Nathaly Ponce Ulloa

Habitar el agua mansa se sustenta en los pormenores autobiográficos y en la libertad variable de su estructura formal y discursiva. Estamos frente a un relato lírico y narrativo al mismo tiempo, sensiblemente íntimo, muy cercano a un diario deconstruido, a un poemario no vinculado a sus características más habituales. También puede ser leído como un cuaderno de apuntes donde su autora, Nathaly Ponce Ulloa, va dejando indicios de pensamientos y actos cotidianos. La autora se habla a sí misma, quizás apelando a su profesión como psicóloga, y se interroga; convierte a su núcleo familiar en actores o testigos indirectos mediante una escritura honesta, dúctil, que no se detiene en géneros o escalafones. Está ella (la que escribe), su pequeña hija, su esposo, un padre y con especial firmeza la presencia materna. Esta honestidad se hace más explícita o social cuando Nathaly retrata sus relaciones con el entorno no siempre benigno y nos lo muestra sin victimismos. En Habitar el agua mansa aparece el cuerpo de quien habla y las dimensiones de un corazón desarraigado.  

NÉSTOR MENDOZA

Los cuentos de Lucía

Suele vestir de sombra, de Juan Martins


El paisaje de la poesía venezolana siempre me hace recordar las palabras de Balbino Paiba, al final del capítulo «La Doma», de Doña Bárbara, la obra cumbre de Rómulo Gallegos: «La sabana parece muy llanita, vista así por encima del pajonal; pero tiene sus saltanejas y sus desnucaderos». Quiero decir con esto, que nuestra poesía no deja de sorprendernos. Cuando creemos que lo hemos visto todo, hace su aparición algún libro -prefiero hablar de libros y no de poetas, porque desde comienzos de la modernidad es el libro y no su autor quien protagoniza la historia- quien nos recuerda que no todo está dicho, que no es esta una historia en la que de cuando en cuando se repiten ciertos esquemas, reaparecen episodios, como algunos gustan describir. Justamente lo hermoso de este panorama son sus recovecos, sus irregularidades, sus esquinas, donde se ocultan y te sorprenden los inesperados. A este grupo pertenece el poeta Juan Martins. Y dentro de su propio microcosmos, su nuevo libro: Suele vestir de sombra. El título mismo ya nos habla de luces y penumbras, de matices que, aunque suene a lugar común, revisten las particularidades propias una voz bien diferenciada de la placa poética a la que pertenece. Sus raíces luso venezolanas, la influencia de su teatro, el debatirse entre lo racional y lo intuitivo en sus poemas, hacen de su trabajo una voz honesta y propia como pocas en nuestra lírica. Celebro la iniciativa de los editores de sacar a la luz (electrónica y natural) este necesario libro de Juan Martins.

MIGUEL MARCOTRIGIANO

Supernova, de Leonardo Alezones Lau

Una estrella sucumbe a la etapa final de su vida en un estallido, el astro queda moribundo porque su combustible en el núcleo se ha agotado y ante la gravedad la estrella se apaga. Esta explosión es lo que conocemos como supernova. Pero qué astro se extinguió en Alezones Lau, cuando se refiere al mundo como un lugar que habrá que rehacer en su lienzo de grumos blancos donde todo termina en el vacío que inicia.

Así nos dice: "un pájaro no sabe contar gotas", "esa ave sabe a dónde ir aunque no tenga un sitio donde llegar". Alezones Lau nos convoca en su libro a mirar dentro de si lo que aparentemente es irrebatible. Parece que se da por sentado que lo humano es en sí mismo compasivo, pero no así ante las "zanjas dolorosas" de todos los que comparten la soledad del camino.

VIELSI ARIAS PERAZA

Devocionario, de Manuel Iris



Chantal Maillard ha advertido en la poesía moderna dos tipos de poeta: los que tienden a construir y los propensos a revelar. El Manuel Iris de este Devocionario, y el de Los disfraces del fuego, pertenece a la segunda familia. Más que colocar ladrillo sobre ladrillo, procurando una sonorosa babel de tráfico de registros, su poesía surge trasminada por el silencio y refrenada por la expectación, no acaudalada por el desahogo o los aspavientos de la catarsis. Este poeta no se adelanta: aguarda; y menos aún se desvive en locuciones no pedidas: comparte lo justo en sintonía con una poética que propone más al ocultar que al evidenciar, que expone al retener consigo la palabra.

JORGE ORTEGA

Catecismo salvaje, de Wilson Alves-Bezerra

Como traductor, transfiguro la voz, me apego y alejo de ella, de su ritmo y quiebre como experiencia audible. Catecismo salvaje es una transcriação en migración, lo que está falado, dito, inscrito na voz, es pluriforme en portuzuelano desde el signo como traspaso. No se trata de una modulación específica hacia el español de Venezuela, sino de una representación fluctuada. La recreación y articulación de la caja de resonancia me es sugestivamente apropiativa para, por medio de ella, también hacer eco de la violencia actual venezolana como trazo. Puedo decir que aquí el cuerpo militar de ambas naciones está exhumado y, me atrevería a decir, borrado, como una línea de frontera.

JESÚS MONTOYA

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